Una triste historia
Hablar de violencia infantil es referirse a un tema doloroso, es hablar
de una lacra de la humanidad que – a pesar de innumerables esfuerzos,
propósitos y programas - no pudo ser erradicada. Una lacra aun peor que
las pestes y las epidemias que luego de más de 5000 años de civilización
y más de 2000 años de la era cristiana, sigue aquí, en la tierra,
aferrada y creciente. Una desgracia originada y mantenida exclusivamente
por los seres humanos, lo que nos hace dudar de la validez de la palabra
humanidad.
Lo cierto es que, desde que el mundo es
mundo, a los niños – como a las mujeres – les tocó la peor parte, ya que
el concepto de niñez protegida es realmente muy reciente.
La historia nos muestra que la niñez,
desde siempre, fue avasallada y sus derechos conculcados o ignorados,
temas que a veces desde la actividad física el deporte y la recreación,
se ven como lejanos.
La lista de padecimientos que les fueron
y aun les son infligidos a los niños es interminable, además de ser
cruel y escabrosa y cuantas veces pasa cerca nuestro la posibilidad de
ayudar y no nos damos cuenta.
Desinterés y abandono, miseria e
ignorancia colaboraron para sostener este estado de cosas, además de
pautas culturales permisivas o decididamente crueles, por lo menos
vistas desde nuestro punto de vista latinoamericano con fuerte raíz
europea.
Es bueno puntualizar ahora éste, nuestro
particular enfoque argentino, porque las pautas de cultura en materia de
política infantil son sumamente distintas si nos referimos a razas o
religiones diversas, y esto es válido aun dentro de nuestro continente
americano puesto que, por ejemplo, no se considera de la misma forma a
la niñez en la Argentina que en el Brasil.
Para bien o para mal - muchas veces para
mal - cada país del mundo adopta y sostiene su particular visión sobre
la infancia y por correlación, sobre la violencia infantil.
Sin pretender presentar un catálogo de
miserias y crueldades humanas, doloroso y escatológico, creo que es
necesario recordar, al menos, algunos de los hitos que la humanidad le
ha impuesto a la niñez.
La actitud de la humanidad respecto de
la protección o desprotección de la niñez ha sido absolutamente
pendular, y ha ido y aun sigue yendo desde la protección total que
ofrecen los países escandinavos, hasta el abandono y la esclavización
que imponen algunos países africanos.
En Inglaterra, cuna de la mayoría de los
derechos humanos, los menores son civil y penalmente imputables a partir
de los 10 años.
Y esto tomó estado público a nivel
mundial cuando hace poco tiempo, dos menores de 10 años, secuestraron en
un shopping a un niño de 2 años, y luego de torturarlo con extremo
sadismo, le quitaron la vida. Los niños asesinos fueron condenados
judicialmente como si fuesen adultos y además recibieron la repulsa
social de los ciudadanos, quienes aun hoy se oponen a la libertad
condicional con que los victimarios fueron beneficiados.
En Brasil por otra parte, los niños, a
partir de los 8 años de edad son considerados trabajadores legales y
realizan aportes para su futura jubilación.
Al otro lado del mundo, en la India, los
niños en verdaderas hordas, mendigan por las calles y literalmente viven
a la intemperie en tanto que las familias más indigentes llegan a
mutilar a uno de sus hijos, generalmente el menor, para que se arrastre,
provoque más compasión y obtenga mayores limosnas.
En Etiopía, la desastrosa miseria hace
que los niños mueran de inanición por miles, cada día.
Todos hemos visto con horror, en la
televisión, a esos niños flaquísimos, casi esqueléticos, con sus
vientres hinchados por el hambre y sus ojos enormemente abiertos al
espanto y la desesperanza.
Y también todos recordaremos esa
impresionante escena – ahora un clásico del periodismo – que mostraba a
una niña vietnamita corriendo desnuda, para huir de su casa que volaba
por los aires durante un bombardeo.
Y por casa ¿como andamos?. En la
Argentina, mi patria, las cosas no llegan a tales extremos, pero la
situación de abandono, mendicidad y delincuencia infantil,
lamentablemente está en franco crecimiento. Y esto a pesar de los
esfuerzos – reales o declamados – de las autoridades de turno, a lo
largo de varias décadas.
Aquí también la política fue pendular.
En un extremo del arco del péndulo podemos recordar al plan “los únicos
privilegiados son los niños” que impuso el entonces presidente Perón,
quien ubicaba a los niños – por lo menos en teoría - como primera
prioridad nacional.
En el otro lado del péndulo podemos
considerar la lamentable realidad actual, con padres que no se ocupan de
sus hijos, con deficientes planes educativos, con insuficientes o
inexistentes proyectos de contención, con creciente mendicidad,
drogadicción, violencia y delincuencia.
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